lunes, 23 de octubre de 2017

Cuando tienes necesidad de escribir en un sitio donde no te miren mucho


Guárdate tus cachos para coserlos donde nadie te vea, lejos de las potenciales empresas que solamente quieren contratar dientes blancos, expedientes impolutos e hipócritas mentales que se comen sus penas en casa y no enturbian el café del descanso.
lunes, 14 de agosto de 2017

La ruptura

No, no podía quedarme con él y ante todo me da rabia. No haber podido hacerle entender que yo sí le quería de verdad antes de la catástrofe que supuso nuestro corto descenso. Que yo había dado de mí todo lo que podía, intentando que llegásemos a buen puerto. Pero he aprendido que a veces no es suficiente, ni sano, ni realista, darlo todo de ti para llenar los huecos de otra persona. Si él no podía ser feliz sin mí entonces tampoco lo podía ser conmigo, y yo no podía hacer nada para arreglarlo. Nada que no hubiese hecho ya.
domingo, 28 de febrero de 2016

Marcando el ritmo

Bailar hasta que los pies te duelan. Lo tranquilo y lo grave, lo alto, lo agudo, lo blanco y hermoso, del cielo, nublado, largo, sedoso, que sube y que baja, de un lado hacia el otro. Buscando entradas, con movimientos, amplios y lentos, ora vistosos, de ardor sinuosos. Sube el volumen, aumenta la hormona, inyecta alegría en tu cerebro de goma. Se expande, se achica, se mueve y se agita. Queriendo insertarse con su armonía, en una tristeza que ya no camina. Y rebrotan las flores felices henchidas, de ojos coquetos, de fácil sonrisa, de cortas premisas, conclusiones concisas. La felicidad ¡jamás tuvo prisa!. Llega la música y te resucita. Resuenan trombas, con aires de circo, acordes, guitarras, que bailan al ritmo. Violines y banjos, trompetas, trombones, acordeón delicado, fragor de saxofones, un par de cornetas y larga la vida a la gran silueta de la percusión, que llega a la meta, retumbando, de todo, menos discreta.
Acaba el sonido pero sigue la fiesta, la noche es larga y a todo se presta. Sales, caminas, te clavas espinas, te ríes, las quitas, vuelves y vomitas, palabras bonitas: a la Luna bella que ilumina la acera; a unas gotas de lluvia que calan entera tu hermosa pechera; al paraguas bendito; al recuerdo del mito; a las notas traviesas, que vuelven contigo, para zanjar la espera, de bruscas maneras, y llevarse consigo el silencio prohibido.
Y entrar corriendo, gritando, aplaudiendo, silbando, el aire animando con frases de aliento. Todos en posición, público ansioso, y ellos empiezan, algo escrupulosos. Una sola nota, que se modula, luego una flauta, que llega oportuna. Y flautines, pianos, violines y violas, suaves cantantes, sutiles clarines, estilo definen, delicias entonan. Sube el volumen y un contrabajo, trombones, tambores, timbales y platos. Platillos, pedales, cencerros, cimbales. Los músicos tronan como animales, ya casi cañones, están que se salen. Pitan tus oídos. Agenciarse tapones, o ir pensando en un buen sonotone. Pero que no paren, que sigan, que sigan. Tocando y tronando, al espacio aullando y respeto sembrando. El de su público, que se lo merecen, lo merecen tanto, orquestas queridas plagadas de encanto, que si quedara, sin oído nuestra vida, recordando estaríamos vuestra maestría, el último y corto, de los más largos días. Ellos siguen y sieguen, entre bambalinas, se turnan, se cambian, se ríen, se animan. Llegan hasta arriba, a sus celestiales y merecidos pedestales, y sin pretensiones, vuelven y bajan, creyéndo que son simples mortales. Aplausos y aplausos. Sonríen y hacen reverencias, mientras les gritamos nuestras últimas gracias, se retiran despacio entre alabanzas. Buenas noches, el baile termina, volveremos a veros otro gran día. A soñar nos vamos con maravillas, las de vuestros instrumentos: su melodiosa risa. ¡Largas y plenas sean vuestras vidas!